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21 ene 2012

Encuentros

Igual que llegaron, un buen día, se fueron sin decir nada a nadie, tampoco tenían una relación cercana con ninguno de sus vecinos, ni parientes próximos en el pueblo. Para los lugareños,  fue como una desaparición insustancial sin animo de importancia, si, para la verborrea, no para sus costumbres,  por la poca  popularidad de la que gozaron ellos y sus antecesores, en pocos días se dejó de hablar de este acontecimiento. No se sabe si por su carácter poco comunicador, o por su tendencia a permanecer en el anomimato, no fueron tema serio de ninguna  conversación, ni participes de eventos en comunidad.
Vinieron un día y tampoco se descifró, de donde, durante su estancia. Una mañana temprano estaba la casa de¨los gallitos ocupada, así se nombraba a la que fué su residencia, una casa que había estado deshabitada durante muchos años, un buen día, tenía habitantes. No se les vio entrar, lo mismo que no se les vió abrir ventanas, ni traer muebles, se metieron en la casa y su manera de proceder, determinó que podían ser familiares de los antiguos dueños, vivieron en  la propiedad como parte de la antigua familia.
Su casa había estado deshabitada durante mas de veinte años, una fachada de adobe en decadencia, enlucida a desconchones de pintura blanca sucia ya solo en algunas partes, los alerones del tejado, a punto de precipitarse contra el suelo en el mejor de los casos. Los cuarterones de madera abonbada por los cambios de temperatura con rajas de pintura verde, señalaban lo que podían ser las ventanas, que durante su ocupación,  no dejaron entrar luz a la casa. Un patio rodeado por un muro derruido, delimitaba el jardín de matorrales de espinos silvestres, dando paso a la entrada de la casa, con su puerta descolgada del marco.
Los primeros días de su llegada, iban y venían rumores en la aldea, que había gente en la casa. Se comentaba en el bar del pueblo, se cuchicheaba en las calles, que se oían ruidos y voces dentro de la casa. Las voces mas elevadas del lugar, comenzaron a plantear una estrategia para abordar la casa,  para averiguar el misterio, no hizo falta el planteamiento de la invasión, unos días después entró en el bar un desconocido, todos los allí presentes se quedaron mudos y se hizo un silencio poco ajustado para el sitio. El, al entrar, emitió un sonido a especie de saludo, preciso para que los allí presentes justificarán el descaro de su expresa mirada,  se volvieron de nuevo, para observarle de arriba a bajo, apto seguido reanudaron aparentemente su conversación anterior, sin dejar de mirar de reojo al protagonista del momento, mantuvieron la espectación justo hasta un minuto después de salir el extraño por la puerta del bar, hecho que dió comienzo, a la comidilla contertulia de la que son asiduos a estos lugares públicos, pertinentes para el congreso de un pueblo.
Unos días después se vió en el patio la figura de una mujer bajita y rechoncha, con el pelo encrespado y de polvo, que asomaba curiosa desde la entrada, mirando a las afueras del terreno delantero de la casa, junto a ella estaban dos niñas, que apenas mostraban la cara tras unas greñas a modo de pelo, de unos seis y once años cada una.
Poco a poco se fueron asomando mas, a medida que se calmaron las malas lenguas del pueblo, dejaron paso, solo a los silencios cuando se acercaban. Las habladurías elevaron la historia de la familia, y se anexó como una losa a ellos, pero podían moverse por el pueblo, no sin el recelo de sus habitantes.
En aquel momento para mi todo esto carecía de importancia, desconocía como funcionan las habladurías, mis encuentros con aquellas dos niñas eran frecuentes, jugamos juntas y nos conocimos. Mercedes la niña mayor, de mi edad, once años, era muy divertida, se reía continuamente. Mis juegos con ella eran los mas divertidos, todo aquello que puede hacer de un juego algo divertido y emocionante ella lo tenía, aquello por lo que se le juzgaba a ella y a su familia, no por el hecho en si, era lo mas interesante de mis juegos con ella, para los juegos infantiles aquello que parece una norma básica, solo resulta un gran inconveniente para tener un gran juego.
Exploramos el monte en busca de lobos con valentía, no mas allá de los doscientos metros de los lindes de las casas, nunca cazamos ninguno, las aventuras infantiles pueden llegar a ser muy reales con los años. Nos dormimos en los trigales una noche de verano, mis padres batieron a diestro y siniestro cada rincón, hasta despertarnos el sonido lejano de la campana de la iglesia y solo con la luz de las muchas estrellas. Corrimos tropezando desde el camino del cementerio hacia el pueblo, asustadas por lo que podía ocurrir al llegar, no mientras dormimos a la intemperie en medio de la nada.
A día de hoy, estoy segura de que no muchas de las personas que tuvieron en boca a esta familia, recuerdan algo de ellos, estoy contenta de tener mis propios recuerdos.



                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          

5 ene 2012

La leyenda de los tres Reyes Magos

Henry ha pasado de sus ciento cincuenta años, setenta de ellos trabajando en el observatorio de Midle, en los últimos tres, la cúpula celeste ha sido practicamente su casa. Es el  encargado, de los cálculos orbitales de algunas de las estrellas de cielo profundo, para determinar sus movimientos. Las conoce por la información que recibe del seguimiento que realiza el telescopio Origin, lanzado al espacio cuando su abuelo era pequeño.
Algunas noches subo para hacerle compañía, me suele contar alguna historia sobre ellas, las conoce por su nombre y me señala el cielo, habla de ellas con cariño de abuelo, en ocasiones no se si inventa parte de sus historias, lleva allí  tanto tiempo, no se si todo esta documentado en sus escritos.
Una noche, me habló de una estrella de cinco puntas, supongo que imaginaba. Dicen que hace tres mil años, guiado por esta estrella, hubo tres magos venidos de oriente, que regalaron a un niño pobre recién nacido en Judea, sus mejores presentes.
Uno llamado Melchor, le regaló incienso como símbolo del hombre en su época, una sustancia aromática que se extrae de una planta que crece en el medio oriente, situado al sudoeste del continente Asiático, tierra crisol de múltiples religiones. Fué  utilizado como objeto para la adoracion de dioses en la liturgia en diversas doctrinas.
Otro  llamado Gaspar, le ofreció mirra como símbolo de Dios; resinas aromáticas vegetales procedentes de una planta también de oriente. Esta resina representó en otro momento, el erotismo, por  una historia de la mitología, lleva el nombre en honor de una joven princesa hija del rey Ciniras, que se enamora locamente de este su padre, urde un engaño con su nodriza para acceder a su lecho,  mantener relaciones sexuales con él, quedandose encinta de su propio padre, quien al descubrir su engaño la persigue por todo el orbe para matarla, no dejarla concebir el hijo del incesto. La encuentra a término de su gestación,  alumbrando al que va a ser su hijo.La princesa, al verse en manos de la muerte,  suplica clemencia a los dioses, estos se apiadan de ella y  la convierten en árbol.  La resina son sus lágrimas al verse despojada de su hijo, Adonis, tal fue la belleza de este al ir creciendo, que se lo disputan,  Afrodita la diosa del Amor y Perséfone la reina del mundo de los muertos.
El tercer rey Baltasar, se cree  sin testimonio escrito,  que es de procedencia Babilónica, de piel oscura. Aporta el oro, como símbolo del Rey de Reyes. El oro fue un metal muy codiciado en otra época capitalista en la historia de la humanidad. 
La procedencia exacta de los mismos es desconocida a día de hoy,  a pesar de los muchos estudios sin demasiados documentos escritos de su existencia, solo ha llegado el rumor tras milenios transcurridos de aquello, como un cuento que se quedó de herencia histórica en este, nuestro mundo, de generación tras generación y la leyenda urbana que dice:
Melchor, le dió la fuerza como hombre para recorrer este mundo, Gaspar le mostró la sabiduría de Dios para avanzar hasta el fin de sus días  y Baltasar le cedió la inmortalidad.